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Como mejorar la comunicación con nuestros hijos

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Consejos para mejorar la
comunicación con nuestros hijos.

Estar disponibles.
Observemos y estemos atentos sobre el momento en el cual nuestros hijos tienen más ganas de hablar, por ejemplo: a la hora de dormir, antes de la cena, en el coche. Y sea el momento que sea el que tengan más
ganas de hablar …debemos estar
disponibles.

Iniciemos nosotros la conversación, no tengamos miedo. Preguntémosles cosas sobre su vida cotidiana,
hagámosles saber que nos importa lo que les ocurre en sus vidas, lo que piensan, lo que sienten. Busquemos un momento a la semana para hacer una actividad de uno-a-
uno con cada uno de nuestros hijos, y evitemos que cualquier otra actividad no la interrumpa. Ese es su momento, no lo estropeemos.

Aprendamos acerca de los intereses de nuestros hijos, por ejemplo; su música favorita y actividades,… y mostremos interés en ellas.

Inicie conversaciones compartiendo alguna cosa sobre lo que hemos estado pensando, esto favorece el diálogo más que una sencilla pregunta que puede responderse con
un sí o con un no.

Transmitirles a nuestros hijos que les estamos escuchando.
Cuando iniciemos una conversación con nuestros hijos, y ellos nos estén hablando de sus cosas, intereses, preocupaciones, … procuremos dejar lo que estemos haciendo (nada de tele, móviles, tablets o cualquier otro elemento o actividad que debilite la comunicación). Lo único que debemos hacer es escuchar.

Si estamos hablando con un
adolescente, intentemos estar en esa delgada línea en la que mostramos interés en lo que están diciendo sin ser entrometido.
Escuchemos sus puntos de vista,
aunque sea difícil de escuchar.

Dejemos que acabe de hablar antes de responder.
Un buen modo de transmitir que
estamos prestando atención y que escuchamos lo que nos dicen es repetir aquello que nos acaba de decir, para asegurarnos también que hemos entendido correctamente sus palabras.

Responder de manera que nuestros hijos nos oigan
Paciencia. Intentemos evitar
reacciones fuertes como los gritos o regañinas. Los niños parece que se desconectan cuando nos enfadados y no nos escuchan. Solo nos ven enfadados.

Expresemos nuestras opiniones sin menospreciar las suyas; es importante reconocer que está bien estar en desacuerdo.
No tiene sentido discutir sobre quién tiene la razón, así que intentemos evitarlo. Es mejor un mensaje del tipo «Sé que no estás de acuerdo conmigo,
pero esto es lo que pienso.»

Centrarnos en los sentimientos de nuestro hijo en lugar del nuestro durante su conversación facilita el entendimiento y hace más fácil la comunicación.

La paciencia también se aprende

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Poco a poco, el niño conseguirá con nuestra ayuda ser cada vez más paciente, pero hasta
aproximadamente los seis años no será capaz de esperar
conscientemente y comprender el porqué de tanta espera. Eso no quiere decir que nosotros tengamos que aguardar pasivamente hasta que alcance esa edad.

A partir de los dos y los tres años
nuestro hijo debe ir aprendiendo a tener un poco de paciencia, pero para ello necesita nuestra ayuda. Si les damos todo lo que desean al
momento, si estamos totalmente a su disposición, estaremos creando niños
tiranos que luego serán adultos
inmaduros e intolerantes.

Estas son algunas estrategias para ayudarle a ser más paciente:
1. Dar ejemplo Aprenden imitando.
Los niños son grandes imitadores, así que tenemos que hacer gala ante ellos de nuestra mejor paciencia.
Si nos sacan de quicio los atascos, si ponemos el grito en el cielo porque nuestro hijo tarda un poco más de la cuenta en comer… no le estamos dando un modelo de serenidad, y además le estamos transmitiendo
nuestra propia ansiedad. Si no podemos controlarnos y la
impaciencia nos pierde, hay que
pedirle disculpas.

2. Ser comprensivos con sus
limitaciones.
Hay situaciones (si el niño está
irritable, tiene hambre, sueño,
cansancio) en las que es excesivo
pretender que tenga paciencia y
espere. En esos casos está justificado atenderle sin demoras. También conviene organizar la vida diaria de modo que le evitemos las esperas largas siempre que sea posible. No conviene anunciarle los
acontecimientos con demasiada
antelación. Es mejor prometer
«mañana vamos al circo», que «la
semana que viene iremos al circo».

3. Introducir pequeñas esperas.
Hacia el segundo cumpleaños ya
podemos empezar a enseñar a un niño a esperar unos minutos hasta que le sirvamos el postre, o a aguardar un poco mientras
preparamos su bocadillo. Aunque le cueste, puede empezar a asimilar cosas así.

4. Enseñar buenos modos.
Hagámosle ver, predicando con el ejemplo, que hay que pedir las cosas educadamente. No debemos ceder a sus rabietas
como modo de conseguir sus deseos. Tampoco hemos de ser insensibles: a veces las rabietas son un toque de atención.

5. Cumplir nuestras promesas.
Si le hemos dicho «después de comer haremos el rompecabezas», o «cuando
guarde la compra miraré lo que has pintado», cumplamos lo prometido, solo así aprenderá que esperar vale la pena.

6. Explicar por qué hay que esperar.
«Las cosas quedan mucho mejor si se tiene paciencia para prepararlas. ¿Ves?, este sándwich estará mucho más rico si le ponemos un poco dequeso encima del jamón de York y lo
metemos un ratito en el microondas».
«Cuando termine de preparar la cena jugamos un poco. Si no, se quemarán las patatas fritas». Usemos un tono calmado y cómplice, no tenso y exasperado. No siempre funcionará, pero sí a la larga.

7. Pasatiempos para esperas
inevitables.
En la sala de espera del médico, en los viajes o en las colas, podemos inventar pequeños juegos como el «veo, veo», mirar cuántos coches rojos
pasan o cuántas personas llevan
zapatos negros, contarle algún
cuento… También puede ser útil
llevar algún juguete. La espera
entretenida es menos espera.

8. Paciencia en situaciones sociales.
A esta edad les cuesta, por ejemplo, guardar turnos para usar un columpio. Mejor que imponerles que han de hacerlo porque sí, conviene hacerles pensar en la necesidad de
guardar su turno y explicarles las
ventajas, aunque aún no puedan
entenderlo del todo.

9. Enseñarle a no interrumpir una conversación.
Podemos tomarle del hombro y
decirle: «espera un momentito y te atenderé enseguida».
Aunque insista, es mejor ignorarle durante un momento que no sea muy largo (quizás un par de minutos).
Después, hay que cumplir siempre nuestra promesa de atenderle y elogiarle por haber «esperado».
Es importante hacer esto
manteniendo la calma, y aumentar poco a poco los momentos de espera.

La Musica como vehiculo de aprendizaje para los niños

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El ser humano no podría vivir sin
música. Desde tiempos
inmemoriales ha sido un medio de expresión y de sanación. Por
ejemplo, chamanes, curanderos y adivinos de la antigüedad por
medio del canto y de la
pronunciación de versos sagrados curaban a los miembros de su comunidad. Pero fue en la antigua Grecia donde se sentaron las bases de la musicoterapia, y el filósofo
Aristóteles el primero en teorizar sobre el tema. Otro pensador griego, Platón, creía que la música tenía atributos divinos y que poseía la facultad de dar placer o sedar.

Pero, ¿qué es la musicoterapia? Es la utilización de la música y sus elementos con fines terapéuticos, ya sean preventivos o curativos.

¿Qué beneficios aporta a nuestra
salud?
– Se ha demostrado que es muy
útil para tratar casos de autismo.
– Produce relajación en caso de
estrés.
– Al ser un medio para expresar las emociones, la podemos utilizar para aliviar la angustia.
– Contribuye a disipar la ansiedad.
– Favorece la concentración y el
contacto con la realidad exterior,
permitiendo una mejor
comunicación y sociabilización.
-Fomenta el movimiento, la
expresión corporal y la
coordinación.
-Contribuye al orden, a adquirir la idea de tiempo y continuidad.
– Facilita el aprendizaje de la
lectoescritura.

¿Cómo aplicarla con niños
pequeños?
En la actualidad existen
profesionales especializados en
musicoterapia. En sus consultorios realizan sesiones en las que evalúan las necesidades de cada niño, contando con los recursos y
materiales idóneos para llevar a
cabo su actividad. No obstante,
desde casa puedes hacer ejercicios musicales con tus niños para beneficiar su salud física, mental y emocional.

Es sabido, por ejemplo, que la
música suave ayuda a relajarnos.
Puedes entonces colocar una bella melodía para que tus pequeños se tranquilicen. Esto es muy útil cuando los estamos preparando para ir a dormir, o mientras se lavan los dientes, para que bajen poco a poco sus decibeles. Igual puedes contarles un cuento en la
cama y utilizar una bella melodía
de fondo que contribuya a la
relajación. Procura no dormirte tú primero.

Es posible utilizar canciones que
versen sobre las diferentes partes del cuerpo, a fin de enseñarle a tu bebé o niño pequeño a conocerse a sí mismo y a tomar conciencia de sus límites.

El carnaval de los animales de
Saint-Saenz es una pieza musical
extraordinaria y especial a la hora de incentivar la expresión corporal de los pequeños. Entre sus bellas melodías se encuentran la del elefante y la del cisne. Puedes jugar con tus hijos a que personifican esos animales y divertirse mucho, a la vez que los animas a expresar o comunicar sus emociones.

Realicen diferentes estados de ánimo con la siguiente consigna, ¿cómo está el elefante?,
¿contento, enojado, triste,
pensativo, preocupado o
intranquilo?, etcétera. Otro
divertido ejemplo musical es el
cuento de Pedro y el Lobo de
Procofiev. Hagan el ejercicio de
colocar la música sola, sin el video, y encarnen ustedes a los actores, imitando a cada personaje que vaya apareciendo.

La música es bastante útil para
auxiliar a los niños con el
aprendizaje del lenguaje. Por eso, busca canciones sencillas, con articulaciones claras para que se entienda cada palabra. Cántale a diario a tu bebé o coloca diferentes grabaciones para que, a través de la escucha repetida, el pequeño se vaya familiarizando con el lenguaje.

Utilizando la imaginación y los
recursos de la tecnología tienes la posibilidad de emprender un
sinnúmero de actividades con tus
hijos, sobrinos o nietos. Comparte este artículo con quien creas que lo puede estar necesitando. Y recuerda que, como dijo Platón, “La música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo”.

Fuente: http://familias.com